jueves, 21 de marzo de 2013

CAPÍTULO SEXTO, Los recuerdos de Samuel:


VI: mi nueva habitación, mi nuevo mundo.

Entro en la habitación ¿pero qué es esto? No me lo puedo creer.
La cama es similar a la del hospital. La ventana es diminuta, tal y como me imaginaba la de una cárcel, no hay armario, no hay casi nada, la tele es vieja y aparenta no verse nada, no hay teléfono, es que, ni siquiera sé lo que hay, es diminuta, apenas entro por la puerta, es triste, huele mal, todo es una mierda, una auténtica PUTA mierda, si, ahora digo muchos tacos, no veis, estoy en un PUTO manicomnio.
Bueno, pero me tengo que ir acostumbrando porque antes tenía un mundo, un mundo en el que me podía encerrar y reflexionar y pensar, hacer lo que me diese la gana. Pensar. Creer. Amar. Divertirme. Leer. Estudiar. Conocer. Vivir. Podía hacer miles de cosas, era mi mundo, un mundo en el que, en ocasiones, solo existía yo, ese mundo, era mi habitación y, me cuesta creerlo, pero ahora ese sitio, ese único sitio, era este. Mi nuevo mundo, ahora no tendré otro sitio donde esconderme, donde llorar, donde creer, pensar, amar, divertirme, leer, estudiar, conocer, un mundo donde vivir, porque ahora solo me queda esto, una pena, una grandísima pena, que putada.
Mi nuevo habitación, mi nuevo mundo, vamos, supongo, aquí lloraré, pensaré etc. Durante los próximos días, o, duele pero es verdad, durante los próximos segundos, minutos, horas, días, meses, o incluso años, ¡OH, SEÑOR, dame paciencia, porque como me des fuerzas le voy a pegar una ostia a alguien, al primero que me encuentre! Si, tengo un gran sentido del humor, lo reconozco. Por favor, por favor, no aplaudáis. En momentos como estos lo único que me queda, dejando de lado la tristeza, es el humor.
Me tumbo en la cama, la cual da pena y dolor, y empiezo a pensar, que rollo, pensar, que pereza, bueno, como, supongo, que habéis llegado a la conclusión de que soy un vago, si.
Mi mundo se ha ido al… bueno a alguna parte, me quiero ir de aquí, y pensar que no llevo ni diez minutos. Me tratan como a un trozo de carne.
¡Anda mira, el botón rojo!, tengo hambre ¿lo toco? No, no se me apetece aguantar a Eduardo y Leonardo o el tío este que parece el doctor HOUSE, pero bueno, aquí estoy, voy a darles un poco la tabarra.
Toco el botón rojo y una sirena como la de una ambulancia suena diciendo: ‘habitación 307’. A los tres o cuatro minutos después, el tal Leo… Eduar… bueno, ese, entra por la puerta desconcertado y me pregunta muy asustado con la cara totalmente sudada (ósea, digo… es decir: asquerosa, es que no quiero ser muy PIJO, ODIO A LOS PIJOS, es que no los soporto) bueno no me enrollo, me dijo con la misma cara de gilipollas de siempre:
-¿Te encuentras bien, necesitas a un médico? Si quiere le puedo traer a alguien para que le atienda como dios manda, haber, cuénteme ¿qué le pasa? ¿Es grave? ¿Está en un estado de shock y por eso no habla? ¡Por favor, responda, me estoy empezando a poner muy nervioso! ¡Diga algo, aunque sea una tontería! ¿Pero que le pasa?, si, si, esta en un estado de shock, haber ahora traigo al especialista que le hará volver a la realidad, espere aquí por favor, no se mueva, y intente mover los labios –saliendo por la puerta dice totalmente asustadísimo -: si, si, es que, está en un estado de shock, como no me lo podía haber imaginado, estado de shock, si seguro que es eso, espero que no me despidan, ¡Ay! ¿Cómo no pude estar más atento? Si es que… estos no son modos de trabajar, Jesús, ¿A quién maté yo en la otra vida? Desde luego, es que se suponía, estado de shock, estado de shock.
Ahora si que estoy en estado de shock, por dios, solo quería comer algo, pero bueno, ¿ahora que digo cuando venga el señor este?, ¡PERO QUE EXAGERADO!
-¡Eh! ¡Eh! No me pasa nada.
¡Caracoles! (intento mejorar mi karma, no soy tan pardillo para decir eso), por dios, babosas, babosas, ahora voy a decir babosas cuando quiera decir mierda, y cuando quiera decir me cago en la puta digo me cago en la que traba de bombera un tanto picarona.
¡Babosas, babosas! Está entrando por la puerta.
El señor que acompaña al señor que no me acuerdo como se llama se sienta en la cama apartándome un poco los pies para no hacerme mucho daño y dice:
-Haber, cuente hasta tres y dígame: ¿por qué ha tocado usted el botón que se encuentra en su mesita que es de un color rojo?
¡Que fino! Bueno, le haré caso, haber, empecemos, cuanto antes lo diga antes pasará todo y antes me reñirán, esto parece la casa del terror, PUTO manicomnio, dios, que horror, bueno allá voy. Cruzo los brazos le miro fijamente y le digo suave y con calma desquiciadora:
-Uno, dos, tres, pues, tenía hambre, y quería picar algo, no era para que se pusiese así Leonardo o Eduardo, bueno, el señor este un poco rarito que parece de Doctor HOUSE –una risilla se me escapa al finalizar la espantosa frase que tanto me costaba decir, pero ya la he dicho.
-Me llamo Eduardo. Lucrecia…
No le dejo terminar al reírme de ese nombre tan espantoso, por favor, ¿en qué estarían pensando sus padres? Que HORROR más grande.
-¡¿De qué se esta riendo?!
-Pues si te digo la verdad, de tu nombre.
Eduardo me coge del brazo y me saca fuera de la habitación metiéndome en una habitación sin nada, un par de niños, pero nada más.
-Te quedarás ahí hasta que sepas comportarte.
Me parece que me voy a quedar aquí hasta el final de mis días, ay, ay, ay…

No hay comentarios:

Publicar un comentario