martes, 2 de abril de 2013

MY WORLD:

He decidido crear un blog en el que pueda expresarme, así pues, aquí os dejo el link, espero que os guste:
 MY WORLD QUINBOOKS BLOG

lunes, 1 de abril de 2013

CIERRE TEMPORAL.

Bueno, hola...
En este blog no escribiré más hasta que acabe el primer libro de la trilogía: 'EXANIMARENTUR', así pues, solo estará abierto de mis tres blogs el blog de 'EXANIMARENTUR'.
EXANIMARENTUR BLOG

PRINCESA DE CRISTAL - Isaac Álv. Yáñez.


PRINCESA DE CRISTAL
Me miro al espejo apoyándome en el lavabo. Abro el grifo y me limpio los dos dedos con los que provoqué el vómito. Me intento contener y no puedo, derramo lágrimas prometiéndome que será la última vez.
Me llamo Cristina, tengo diecisiete años, soy bulímica y anoréxica desde hace más de cinco meses, no lo sabe nadie, vivo sola este infierno.
A veces pienso que he nacido para estar sola, que no merezco a alguien que me quiera, que solo merezco el dolor y la muerte.
No le tengo miedo a la muerte, únicamente le tengo miedo a los kilos, los que me invaden, y los que son mi muerte interior.
Hablé con gente por internet para pedir ayuda, pero nadie me entendió, nadie entiende el daño que me hace comer, me produce ansiedad, y sólo me dan ganas de morir cuando lo hago.
Me da la sensación de que mis padres están ciegos, necesito ayuda urgentemente.
Tengo los brazos llenos de cortes, cada corte significa un día que he querido a quien no podía alcanzar, un día que he comido mucho o un día que he vomitado.
Me siento nerviosa al escribir estas líneas, me da miedo el pensar cómo me estoy destruyendo a mí misma por dentro y por fuera.
Mi reto es ser perfecta, cada mes pierdo cinco kilos aproximadamente. Empecé pesando ochenta kilos y ahora cincuenta y cinco, pero aún no estoy satisfecha. Me mareo constantemente, necesito a alguien que me haga salir de este infierno.
Cada día cuando suena mi despertador lo primero que hago es pensar si de verdad merece la pena levantarse para otro día amargo. Después me voy a mirar al espejo y me hago la misma pregunta.
Hoy es un día especial, cumplo los cinco meses como anoréxica y bulímica, me he propuesto que no habrá un sexto mes, que todo acabará pronto, y que lo conseguiré.
Después de unas semanas…
Me despierto contenta, sin hacerme ninguna pregunta y sin irme a ver al espejo, desayuno comiendo normal.
Llevo tres días comiendo bien, estoy totalmente recuperada, mañana sería el día que cumpliría los seis meses como anoréxica y bulímica, pero no, todo es perfecto, mi mundo, y yo me considero algo más guapa.
Acabo de ducharme y me dirijo a mi habitación a vestirme. Elijo mi mejor ropa puesto que es viernes, y hay que aprovecharlo. Cuando acabo, me pinto y me arreglo del todo y salgo de casa después de coger la mochila.
Por el camino el viento golpea mi sonrisa, una sonrisa que hacía tiempo que mi cara no era capaz de lucir, una sonrisa que yo pensaba que es el principio de una nueva etapa, el principio de mi renacer, el principio de empezar a vivir la vida, dejando atrás todos los complejos que me atormentaban el alma.
Llego al instituto y saludo a todos mis amigos, también ellos notaron que soy una nueva yo.
En clase todo me fue genial, mejor que nunca, todo perfecto, como mi día, y por fin acabo la clase y voy de vuelta a casa sin eliminar mi sonrisa.
Al llegar me voy a mi habitación y observo mi báscula, llevaba tiempo sin usarla y decido ver cuánto he engordado.
Cojo mi libreta y observo la última anotación: cuarenta y dos kilos.
Me subo en la báscula y descubro mi nuevo peso: setenta y cinco kilos.
En ese momento mi corazón empezó a ir más rápido, comencé a llorar desesperadamente olvidando todo lo que había mejorado de la enfermedad. Pienso en todo lo que he comido, me miro en el espejo y me desespero. Me entra demasiada ansiedad, por lo que cojo un cuchillo y me empiezo a cortar las venas como nunca lo había hecho.
Pienso en la muerte, y en que ello haría acabar todo el dolor, y decido hacerlo, decido acabar con el dolor, dejar todo lo que he luchado por los suelos y únicamente llorar y cortarme más profundo y en diagonal, la sangre se derrama sin parar y yo no me detengo y sigo yendo más profundo.
Lo último que pude hacer fue escribir en un papel:
Mejor irse que sufrir de nuevo, sé que me recuperaré y recaeré mil veces, porque soy una princesa débil, una princesa de cristal.

domingo, 31 de marzo de 2013

PRINCESA DE CRISTAL ~.

Mañana subiré al blog el cuento Princesa de Cristal, este trata sobre el punto de vista de una chica que sufre de anorexia y tamibén de bulimia, ella encuentra una solución para salir de ello, si quieres saber esa solución MAÑANA A LAS 13:00, ¡PRINCESA DE CRISTAL!, Después colgaré una entrada sobre EXANIMARENTUR.
Adiós.

ÚLTIMOS TRES CAPÍTULOS, Los Recuerdos de Samuel:


XIV: Edgar, ¿de qué forma TE QUIERO?

         Acabamos de comer el postre y los dos vamos juntos a su habitación, que ganas de decirle todo, todo lo que siento, que ganas. Me abre la puerta de su habitación como un caballero, que mono.
         -Bueno, y… ¿de qué quieres hablar? –le pregunto con la esperanza de que me diga que no sabe para contarle.
         -Ah… te tenía que contar una cosa… haber, te iba a dar un calendario, por eso te dijeron algo relacionado con tu cumpleaños, pero, no lo encuentro…
         -Ah.
         -¿Qué te pasa?
         Suspiro, el corazón me late a mil por hora, ya está se lo voy a decir le voy a decir que me gusta.
         -Que tengo una cosa que contarte, y… no sé por donde empezar.
         -Mmm… ¿por el principio?
         Me río con desgana, estoy demasiado nervioso como para echar una carcajada que se oiga de aquí a china, dios que nervios.
         -Buena reflexión, verás, es que es muy difícil, este es el principio: me cuesta decírtelo, quiero decir: que no se como decírtelo, no sé por donde empezar… ya, ya sé que por el principio pero cuesta, me cuesta, y no sé como te vas a quedar cuando lo oigas.
         -Tranquilo, no me mofaré.
         -No es eso, bueno, aparte.
         -Samuel, haber, relájate, tómate tú tiempo y dímelo cuando creas necesario.
         ¡OH, QUE LISTO! Que nervios, ‘Súper Majo’ me está desafiando, no sé como decírselo, respiro, aspiro, me toco el pecho, noto mi corazón, parece una discoteca con miles de personas, me cuesta respirar de los nervios, le apoyo la mano en su rodilla.
         -Haber, ¿estás seguro de que me lo quieres decir? Porque si son temas personales yo no tengo porque saberlo y tú no tienes porque decírmelo.
         -Vale, te lo digo: que… que…
         Respiro, aspiro, vuelvo a intentar formular la frase.
         -Que… me…
         -Haber, Samuel, dime, se está acabando el tiempo, bueno, queda media hora y poco pero es que tengo miedo de que igual no quieres que lo sepa.
         -Que tu calendario estaba dentro del cuento y ya lo estoy usando.
         ¿Soy tonto o me lo hago? Que excusa tan mala, vale, tenía pensado decírselo pero, me va a pillar, no es una cosa que de vergüenza.
         -¿Era eso? –Se ríe y continúa- ¿eso te daba vergüenza? Tranquilo, es un alivio, pensé que lo había perdido, y me había costado robar el material con el que lo tenía que hacer, así que, gracias.
         -UF… menos mal que no te enfadas.
         Que frase más falsa, YO soy un falso, se lo tengo que decir, se lo tengo que decir, pero YA.
         Nos reímos, bueno, se ríe él, yo le sigo con disimulo, pero triste, muy triste.
         -Y pensar que me ibas a decir que te gustaba…
         -¡¿QUÉ?!
         -… alguien.
         -Ah, no, no.
         -¿Por qué gritaste cuando dije eso? No me dejaste terminar, pareció que dije que pensaba que me ibas a decir que te gustaba, no, tranquilo, no soy así de creído.
         Se ríe, yo le sigo, como siempre: con disimulo pero triste, ya está bien de mentiras se lo voy a decir.
         -Edgar…
         -¿Qué? ¿Por qué me miras así? ¿Qué te pasa? ¿Estás enfadado?
         -No, no, tranquilo.
         Me sonríe y con interés me pregunta apartándose y echándose en la cama:
         -Entonces… ¿Qué?     
         Suspiro, aspiro, suspiro, aspiro, hago eso mucho tiempo, el corazón se me sale por la boca y definitivamente le digo rápidamente:
         -Edgar, ¿de qué forma te quiero?
         Se levanta de la cama, y se aparto como diciendo: ‘que asco’.
         -¿Qué quieres decir con eso? Supongo que somos amigos y me quieres, pero… ¿de qué forma te quiero? Haber, explícate que no caigo.
         -Edgar, desde el primer momento en que te vi me pareciste súper majo y, a través de tú interior, me empezaste a gustar, pero no el físico…
Dejando mi frase inacabada ‘Súper Majo’ ya no tan ‘Súper’ me suelta de sopetón:
-¡¿Tú qué dices?! Haber, niño, no confundamos las cosas, de arriba abajo, ¡fuera de mi habitación!, da por finalizada nuestra amistad.
-Pero…
-¡FUERA!
Las lágrimas vuelven, ¿dónde está Edgar? Ya no me gusta, claro que no, su interior se ha derrumbado.
Salgo de la habitación mirándole con rabia y dolor y me encuentro en un mundo diferente, en un mundo olvidado, YO estoy olvidado, ¿y ahora a quién tengo? Eduardo, casi se lo cuento lo de que me GUSTABA Edgar pero me desmayé, solo puedo confiar en mí mismo. Al desmayarme Dios me ha dicho: ¡no se lo digas!, y no se lo voy a decir.
-¡Eh, tú!
Germán, en estos momentos no era la persona a la que quería ver, necesitaba a mi padre, PAPÁ, te necesito más que nunca.
-Dime.
-Ya te puedes ir olvidando de que vengan tus padres el día de tú cumpleaños, no van a venir, ¿qué hemos dicho? Nada de andar por los pasillos, y además…
Me fui a mi habitación no quería escuchar a nadie, solo quería llorar, y encima ahora, el día de mi cumpleaños no iba a ver a mis padres, bueno, más bien, a mi madre, mi padre se murió, no lo veré en ningún cumpleaños más, y todo por el HIJO DE PUTA que le mató en aquel parque que ahora estará derrumbado y yo ya no tengo nada que hacer para descubrir quien le mató. NADA, nada, nada, nada, nada,






XV: 2º intento.

Me eché sobre la cama destrozado, con ganas de gritar, con ganas de ver a mi padre, con ganas de VIVIR, me daba la sensación de que me estaba perdiendo muchas cosas ahí dentro.
Fui al baño y, silenciosamente,  hice pedazos el espejo. Cogí uno de los trozos y en susurros dije:
-Papá, me voy contigo.
Me iba a clavar el cristal en el pecho pero alguien (Eduardo) gritó con ganas de llorar:
-No lo hagas, no verás a tus padres, pero…
-A mi madre.
-Eso, a tu madre, Samuel pásame ese trozo de espejo por favor, pásamelo y te explico, hablamos, pero no lo hagas, por favor, no te puedes morir aún, no vas a ver a tú padre pero tienes que vivir.
Sin una sola lágrima pero con mi corazón llorando a gritos le susurré con frialdad:
-Aquí no hay manera de que pueda vivir. Mi vida es una mierda.
-No, no es verdad, hay muchas personas que te quieren, entre ellas yo, no nos hagas esto por favor, te queremos, anda dame eso.
Rendido y dolido le di el trozo de espejo y seguidamente le abracé dejando todo lo malo atrás, todas las tonterías, ¿por qué matarme? Papá, espérame hasta que llegue mi hora, ¿de acuerdo?
En mi mente imaginé a mi padre asintiendo y sonreí.
-Que no vuelva a pasar, ¿vale? –Asentí y siguió hablando-: yo te ayudaré a superarlo.
Nos intercambiamos unas sonrisas de confianza y después me abrazó y yo le agarré fuerte sintiendo protección… ¡a la mierda Edgar!








XVI: 3er intento.
(Narrador: Eduardo)

Salí de la habitación de Samuel un poco más feliz, su trastorno había mejorado, esta vez le di unos dos años más aquí y estaría curado.
Hoy tocaba una reunión con sus padres porque me tenían que hacer varias preguntas sobre como iba la enfermedad de su hijo, llegaron y les saludé:
-Hola Carlos,  hola Patricia, pasen a mi despacho por favor.
Les indiqué donde tenían que entrar y se sentaron en frente mío para dar comienzo a la reunión.
-Hola Eduardo –me saludó Carlos, el padre de Samuel- estoy muy preocupado temo que mi hijo no me vaya a ver jamás, y que para él esté siempre muerto.
Suspiré, y me di cuenta de que debía ser duro que tu propio hijo pensase que estabas muerto, le respondí:
-Su enfermedad ha tenido algunas mejoras, creo que ha comprendido que no debe suicidarse, pero por si acaso sigo estando al tanto. Creo que en uno o dos años todo le habrá pasado.
La madre de Samuel rompió a llorar, imagino que ella no podría soportar el pensar que su hijo iba a estar sufriendo por algo que no es verdad, puesto su disgusto comentó:
-Pero no puedo esperar tanto tiempo, no quiero que mi hijo sufra, ni que piense que su padre está muerto, ni que se invente novias y amigos imaginarios, ni que piense que disparan a una señora, y más cosas, toda su vida es una mentira, siempre pensó que iba al colegio, hasta tenía amigos de mentira, con los que se peleaba, mi hijo está sufriendo, y soy capaz de cualquier cosa para que deje de sufrir.
-¿A qué años empezó a inventarse toda una vida? –pregunté preocupado de que haya estado así desde mucho tiempo.
Carlos hizo memoria y respondió:
-Al principio pensamos que era cosa de críos, sobre los cuatro años, luego empezó a querer matarnos y a enfadarse con nosotros sin sentido, maltratar a su hermana, e incluso peores cosas.
Al oír esas palabras me daba cuenta de que la enfermedad de Samuel era crónica, y que iba a estar toda la vida inventándose cosas, entonces se lo conté:
-Carlos, Patricia, dado que lleva tantos años con ella… se ha vuelto una enfermedad crónica.
Patricia se fue de la sala llorando a gritos y dirigiéndose a la habitación de Samuel, yo le grité:
-No, Patricia, no, interrumpirás su cura.
Se dio la vuelta y me gritó:
-¡¿QUÉ CURA?! ¡SI ES UNA ENFERMEDAD CRÓNICA! –Después susurró algo que yo pude escuchar-: acabaré con esto ahora.
Abrió su habitación y todo fue tan rápido que me cuesta explicarlo, Samuel le sonrió y cuando iba a darle un abrazo ella cogió una almohada y le puso contra la cama intentando ahogarle. Yo ni me di cuenta de que debía pararlo, su tercer intento para morirse no fue provocado por él, sino por su madre, cuando me quise dar cuenta ya era demasiado tarde, había muerto.

Me desperté con fríos sudores y las pupilas dilatadas, ¿todo había sido un sueño? Fue entonces cuando me di cuenta de que era un sueño, pero que había pasado de verdad, lo bueno es que ya descansa EN PAZ pero yo nunca olvidaré su recuerdo, el recuerdo de una persona que podría inventarse toda la vida, y que sus recuerdos fueran mentira.
Yo le haré siempre un hueco en mi corazón.

viernes, 29 de marzo de 2013

TRECEAVO CAPÍTULO, Los recuerdos de Samuel:


XIII: ¿Dónde está Edgar?

         Me desperté. Parece mentira, pero el día de ayer me pasó súper rápido. No vi a Edgar, en la comida no estaba, ni en la cena, o por lo menos, yo no le vi, ¿se habrá ido? No, no creo, (¡POR FAVOR QUE NO SE HALLA IDO!).
         Llaman a la puerta, supongo que será Eduardo. Mi boca suelta un adelante pero la puerta no se abre, después de unos segundos escucho:
         -¡A desayunas Samuel!
         ¡BIEN! Podré ver si está Edgar. Ayer no cumplí mi promesa, no le vi, pero hoy os prometo, es más, os juro, que después de comer venimos a mi habitación y se lo digo todo, todo lo que me pasa, aish… me va a costar pero nunca he tenido problemas para expresar mis sentimientos, ¿por qué empezar ahora?
         Vuelve a sonar la puerta.
         -Ya voy.
         Arranco otro día del calendario de Edgar, hoy me pone: día 29, y debajo: quedan 2 días. Que chico TAN, TAN, TAN majo.
         Acabo de desayunar, Edgar no estaba, tengo miedo de que se haya ido. Paso una mañana un poco larga, haciendo deporte pero una voz me libra del sufrimiento:
         -¡A COMER!
         ¡BIEN!
 Salgo por la puerta y me dirijo a una puerta, la del comedor. Antes de entrar voy diciendo en bajo por el camino:
         -Que esté Edgar, que esté Edgar, que esté Edgar, que esté Edgar.
         Con miedo me asomo por la puerta siguiendo repitiendo la misma frase, miro a los lados, no encuentro a Edgar, se ha ido, no nos hemos despedido, con esperanza vuelvo a mirar, no, se ha ido, no puede ser, yo quería haberme despedido, ya no es TAN majo.
         -¡Samuel, eh, ven, te he guardado un sitio, ayer no nos vimos en todo el día!
         Miro a la derecha ¿quién coño me guardó sitio si yo solo conozco a…?
         -¡Edgar!
         Voy corriendo a su encuentro, me siento, que ganas de verle, le sonrío sin saber que decir, no quiero decir nada, solo sonreír, está aquí, delante de mí, que ilusión, sonrío con la esperanza de que el diga algo y, como siempre, consigo mis propósitos:
         -Ya me ha contado Eduardo donde has estado y que ha pasado y todo el cuento… Te han puesto un punto rojo, pero tranquilo, yo tengo dos…
         -Yo quiero estar con mi familia el día de mi cumpleaños.
         -Estarás conmigo.
         Le sonrío, una y otra vez. Le sonrío más que nunca ¿me estaré enamorando? No, es un chico, por Dios, que asco, pero a la vez dulzura, lo que me extraña es que solo me guste el de todos los chicos que existen en el mundo, igual es una chica que dice ser un chico… Por Dios, que tonterías digo a veces, bueno, a veces tirando a SIEMPRE.
         -Gracias, por cierto, a la cena, ¿me guardas un sitio a tu lado?
         Que diga que si, por favor, por favor, que diga que si, un si, o un vale, una respuesta afirmativa, por favor, pero que responda el majo.
         -No, claro que no, ¿tú que te piensas? Ya no quiero ser amigo tuyo… me han contado cosas.
         Estado de shock: PLAY. Por favor: Cancelar, cancelo el botón de PLAY.
         -Que si tonto –me dice con una sonrisa de cabo a rabo, (creo que eso no existe)
         Coño… ¿existe un botón de play?
         -Era broma, valla cara que has puesto –me suelta riendo sin parar.
         Eso lo explica tonto, digo todo. Es que la palabra tonto (cariñosamente) se me ha quedado grabada, que majo, majísimo, le voy a llamar ‘Súper Majo’, ya está bautizado, aish… ‘Súper Majo’.
         -Me has asustado, en serio.
         Se ríe, me encanta como se ríe, me encanta él en sí, me da igual lo que haga, me da igual su exterior, ya se porque me gusta, por su interior, la verdad es que siempre me fijo e el físico de las chicas pero en él solo me fijo en su interior, nada más, me gusta él, no su cara, él, quiero decir que me gusta su persona, me parece que es guapo porque primero es guapo por el interior y es lo único que importa en esta ocasión, me encanta como se ríe ¿os lo había dicho?
         -Tranquilo, me caes muy bien, eres el único de aquí que es mi amigo, en verdad, yo nunca he tenido muchos amigos, me miraban mal por ser bulímico, cuando se enteraron de que iba a venir aquí me llamaban loco por los pasillos y…
         -Calla, no digas nada, deja de hablar de eso, a partir de ahora tema franjado, no quiero más disgustos, hay que ser feliz ¿Vale?
         -Si, eso te lo había dicho yo. Me gusta que ahora pienses así, cuando te conocí te vi muy triste, y te voy a confesar que pensé que te tenían que tratar muy bien y ser muy educado porque pensé que hacía tiempo que no te reías, sin ofender, pero, ¿me equivocaba?
         Una carcajada se me escapó, ¡era lo mismo que pensaba yo de él! Al final si que vamos a ser parecidos, y mucho, vamos, eso espero.
         -Es lo mismo que pensé yo, y… no, no te equivocabas, muchas gracias, por cierto, sin ofender, pero, ¿yo me equivocaba?
         Me mira raro, con desprecio, ¿qué le pasa? Después se ríe, ¿qué le pasa?
         -No, tenías toda la razón, necesitaba soltar unas carcajadas y liberar toda la carga que había acumulado todos años atrás, gracias.
         Una sonrisa vislumbró mi cara, otra la de él, ¿le gustaré? No creo.
         -Venga, a comer rápido y vamos a mi habitación que tengo ganas de hablar sin tener a termitas por el alrededor, así que vamos.
         -¿No íbamos a la mía?
         -No, a la mía anda
         -Vale Edgar, pero mañana a la mía eh, que es mucho más guapa.
         Un tono de enfado-sarcasmo salió de la boca de Edgar.
         Seguimos comiendo, hablando de vez en cuando pero con cuidado de que no nos viera Germán, o como le llamamos Edgar y yo: ‘La Termita’. Y cada vez que estamos hablando y pasa por alado de nosotros decimos en bajo para avisar: ‘nos atacan Las Termitas’. Me encanta charlar con Edgar, es lo mejor, el problema es que empiezo a dudar en si decírselo o no, me da mucho miedo, además, él no es gay.