martes, 19 de marzo de 2013

CAPÍTULO CUARTO, Los recuerdos de Samuel:


IV: querido papá.

         La biblioteca es un rollo, llevo todo el día aquí, que aburrimiento, se oye un golpe, y otro, y otro, y más.
         -¡CORRER! –gritan las personas que se encuentran en la biblioteca.
         ¿Qué pasará?
         En un abrir y cerrar de ojos las luces se apagan y los gritos cesan. Logro ver dos puntos enormes disueltos en el aire. Se encienden las luces. Una serpiente de ojos rojos me sonríe con frialdad. Empiezo a correr por los pasillos, se ha ido todo el mundo, no sudo, intento gritar, pero no me sale la voz, intento pedir socorro pero todos se han ido, me han dejado solo, no me quieren ayudar, nadie me escucha porque no puedo gritar.
         Me despierto. Era una pesadilla. Suspiro y me pongo a escribir en una libreta a modo Diario. El sueño, bueno, la pesadilla me ha hecho reflexionar. Miro el reloj y suspiro con una sonrisa de nuevo.
         -Las tres en punto –susurro.
         Si fuera más tarde no me daría tiempo a escribir, bueno allá voy, tengo todo el tiempo del mundo. Cojo el lápiz, abro el cuaderno y delicadamente, con unas tristes lágrimas, escribo rápidamente:
‘Dios, si yo tuviera amigos, en mi sueño nadie me ayudaba, todos se fueron, sin preocuparse por mí, NADIE se preguntó: ¿ayudamos a Samuel? SOLO, SÍ, SIN AMIGOS, por idiota. ¡OH DIOS! ¡Ayúdame! Sálvame de esta pesadilla en la vida real, mándame a alguien para que esté conmigo, que pueda hablar con esa persona y que nunca me deje, que siempre esté conmigo. Quería pedirte otro favor, verás, nunca me pude despedir de él y me gustaría hacerlo. Papá, nunca me pude despedir de ti, te quiero más que a nada ni a nadie en el mundo, quería haber podido disfrutar  más a tu lado, pero Dios te llevó muy pronto. Bueno, aquí va todo lo que no pude decirte:
         Sé que siempre nos llevábamos mal y nunca pude hacer muchas cosas contigo, pero siempre te quise, aquel asesinato tuyo me destrozó la vida, perdóname por todo el mal que te he hecho, lo siento, la última palabra que oíste salir de mi boca fue: te odio, y no es así, ese mismo día iba a pedirte perdón y a decirte muchas cosas, pero no pude, y eso no me lo voy a perdonar nunca, en mi vida, cada vez que paso por donde tu has muerto se me saltan unas lágrimas, quiero que sepas que voy a intentar no llorar, sé que tú estás triste cuando lloro. ¿Por qué te han matado? No me lo explico, es injusto, eras el mejor hombre del mundo. Estoy solo Papá, sé porque es, por el: te odio que te dije en tu último día. He llegado a una conclusión: voy a descubrir quien te ha matado para que pague, no sé porque te ha matado, no lo entiendo, dice Mamá que una explicación tiene pero ¿a quién le harías tu algo? A ese hombre o mujer que te matara le haré pagar, si puedo, le mataré, no sabré como, pero lo haré. Por ti. Por lo mucho que te quiero. Nunca te olvidaré.’
        
         Empiezo a gritar guardando la carta en mi cajón de la mesita del hospital, despierto a mi madre.
         -Cariño, cariño ¿qué te pasa?
         Lloro, grito, más gente entra, empiezo a darme cabezazos contra la cama.
         -¡Quiero que vuelva! ¡Quiero que vuelva a estar a mi lado! Por favor… dios padre todo poderoso, haz que mi padre vuelva, ¡POR FAVOR!
         Mi madre llora con una mano en la boca, asustada y triste, me pego, me araño las piernas, unos médicos intentan pararme pero sigo pegándome, me voy de la habitación.
         -¡Espera, ven! –grita una médica.
         Me dirijo a una ventana para saltar por ella.
         -¡Cariño, no! ¡No me hagas esto! –Grita desesperada mi madre- cogerle.
         Sin poder tirarme una enfermera me coge tranquilizándome pero yo no puedo más, grito, algunos de los enfermos salen de sus habitaciones.
         -¡Soltarme! ¡Dejadme ir hacia mi padre! ¡Me necesita!
         Me arranco los pelos haciéndome más daño y mucho más a mi madre, ya no puedo más, pego a la enfermera y corro al servicio encerrándome en uno de los orinales.        
         Me doy golpes contra las paredes.
         -Sal por favor mi vida, te podemos ayudar, soy tu madre, no me hagas esto por favor, ya tengo suficiente con mi madre, no te vallas tú también.
         -¡NADIE PUEDE HACER QUE VUELVA PAPÁ! ¡Pero yo si puedo ir con él! ¡No puedo soportarlo! ¡PAPÁ, PAPÁ! ¿Estás aquí? ¡Te noto! ¿Papá llévame contigo?
         Mis gritos y los llantos de mi madre son lo único que se oye, de repente un chico rompe la puerta y me pone unas esposas dándome un par de tortas.
         -¿Estoy loco? ¿Sí? Mamá no dejes que me lleven.
         Mi madre se va llorando evitando verme.
         -No te muevas –dice el señor- a partir de ahora soy tu nuevo psicólogo.
         -¡No! ¡No me lleven! ¡Tengo que descubrir quien mató a mi padre! ¡Soltadme!
         El psicólogo saca unas pastillas y me las mete a la fuerza en la boca.
         -Trágalas.
         Obedeciendo, trago llorando, grito más, me sacan con el uniforme de la enfermería y me sacan a la calle.
         -¿Qué hace? ¡Está lloviendo!
         No responde, me lleva arrastras hasta un coche en el que me mete. Tengo frío. ¿Qué va a ser de mí? ¿A dónde me llevan? Mi mundo se termina, ya no existo, pienso matarme nada más llegar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario