domingo, 17 de marzo de 2013

CAPÍTULO SEGUNDO, Los recuerdos de Samuel:


II: mi padre.

         Mierda. Todo es una mierda. Se acabó el verano ¡MIERDA!, va a ser el peor día de mi vida, lo presiento, no hay nadie en quien confiar. Todos me odian, y no creo que me perdonen.
         Me dirijo al colegio, bueno, al instituto, sin miradas ni saludos, en silencio, con miedo de que alguien sepa que soy yo, me he tapado con mi capucha pero es fácil distinguirme. Se ha corrido la voz de todos mis actos, lo sé porque en tuenti no paran de hablarlo, he pasado de tener ciento algo amigos (memoria no me sobra) a tener tres, mi primo y mis dos primas, soy un fraude ¿Qué ha pasado con mi vida en tan solo un verano? Ni puñetera idea.
         Entro por la puerta del instituto (la cárcel y ahora también el infierno), todo el mundo me mira con asco, me señalan y hablan, supongo que de mí, la gente me insulta.
         Fred camina decidido, bueno, muy decidido, hacia mí. ¡OH! ¡ME CAGO EN…! (he decidido no decir muchos tacos para mejorar mi karma, desde que digo tantos, bueno en fin: así me va).
         Fred sigue caminando. Mierda, digo… ¡Caracoles! Aquí va a armarse una buena, no pienso pegarle (ni decir tacos, claro). Intento escaparme con disimulo no tan disimulado ¿Probamos con dar pena? Mejor no, voy directo a… a… espera… Ahora no tengo amigos, ¿a dónde voy si todavía no se ha abierto la puerta principal? Dios mío.
         Voy directo a alguna parte pero la voz de Fred me detiene:
         -¡EH! ¡EH! ¡Samuel espera!
         Una sonrisa se ilumina, ni un insulto, ninguna amenaza, igual quiere arreglar las cosas ¡bien!
         Con una sonrisa le miro pero esa sonrisa se termina cuando Fred acaba lo que quería decir en verdad:
         -¡Cagado! ¡Nenaza! ¡Te vas a acordar de tú PUTO padre que está en el infierno!
         Aprieto los puños un grito que asusta sale por mi boca, una rabia grande me impulsa a ir a por él. Me intento contener, y no puedo, doy golpes y arañazos a mi mano, pero no sirve de mucho, la rabia aumenta y me asusta, le doy unos cuantos puñetazos acompañados por muchos de mis llantos además de unas cuantas patadas. Cuando le veo sufrir paro con satisfacción y luego vuelvo, él no hace nada, intenta defenderse pero le es inútil, le veo sangrar y una sonrisa y lágrimas me hacen seguir. Mi fuerza es detenida por la profesora de tecnología, la madre de Fred ¡COMO NO! (frase sarcástica).
         -¡Ya está bien! ¿Qué haces? –Mira a Fred -¿Estás bien mi vida? –Vuelve a mirarme y con el dedo apuntando al otro edificio dice -¡Ahora mismo al despacho del director y le explicas lo que has hecho!
         Vale, me da igual, ya ha llevado su merecido, que sufra, le odio.
         Con un mar inmenso en los ojos miro con rabia a Fred y, para no cruzarme con nadie, voy corriendo al despacho del director. Más rabia me detiene, los insultos me destrozan el alma, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Ah, ya me acuerdo, sinceramente: todo el mundo se equivoca, y yo me he equivocado por algo que tiene mucho sentido. Punto. No pienso dar explicaciones sobre porque la he dejado. Son MIS cosas y MIS cosas son MIS cosas, no tiene porque enterarse nadie de cuales son MIS cosas, ¡DIOS! Ya estoy arto de dar explicaciones, a partir de ahora soy una tumba sobre MIS cosas.
         Más insulto, a punto de ir a pegarles pero me contengo con un apretón fuerte de puños y luego sigo con más lágrimas.
         -¡Que me dejéis ya!
         Se ríen. Ya no lo soporto más. Para que no me gane la rabia vuelvo a correr. Voy a pasar de ellos. No se merecen mis lágrimas.
         Llamo a la puerta del despacho del director a la que casualmente me han mandado ir por primera vez y una voz me hace pasar:
         -Alegante.
         ¿Me ha dicho elegante o adelante? Decidiéndome por adelante abro la puerta.
         Le miro y me mira sonriente, cruza sus dedos juntando sus manos y me hace un pequeño gesto para darme el humilde permiso de sentarme enfrente de él, ¡QUE NERVIOS! ¿Qué se supone que tengo que hacer?
         -Bueno, usted dirá –dice de forma muy cortés para decírselo a un niño.
         Pienso que decir. ¿Qué digo? ¡AH! ¡Ya sé! La verdad. Dios que listo soy. Una risita se me escapa al pensar lo que pensaba y después intentando ser cortés le digo:
         -Hola, bueno, señor, em… Señorito. Señor, haber, es que… Una señora, digo una señorita, una profesora. Haber… Es joven. Y tú también, quiero decir: usted también, bueno verás…
         -¡Quiere ir de una vez al grano! ¡No tengo todo el día! ¡Espabile!
         Vale definitivamente ha perdido completamente los papeles por mí culpa y su perfil de señor cortés acaba por terminar. Mal empezamos. Señor, ayúdame, quiero decir: señorito (otra risilla se me escapa), ¡Hay Samuel, que mal empezamos!
         -Haber, es que una señorita, o señora, o lo que quiera ser…
         Una mirada malvada del director hace que valla directamente al grano:
         -Me han mandado aquí.
         Con el teléfono en sus manos me dice con una sonrisa falsamente falsa:
         -¿Me puede explicar por qué? Y le aviso: no me ande con rodeos o le impondré un castigo.
         Vale, sin rodeos, haber, pensemos, dios que pereza, sí, soy vago, como Homer Simpson, realmente: mi ídolo, y también realmente: muy parecido a mí.
         ¡OH NO! Me estoy yendo del tema. Haber sin rodeos, pero es que es muy difícil de explicar.
Me pienso la respuesta, pues no se todavía muy bien que decir, venga Samuel, sino arriesgas no ganas:
-Verás es que mi padre, mi padre –una lágrima recorre mi mejilla y al detenerla con mi dedo índice difícilmente prosigo –mi padre… mi padre, es que haber, hace unos días ha fallecido y…
El director me ofrece un pañuelo mirándome con verdadera pena. Acepto agradecido el pañuelo que en poco tiempo se ve envuelto por mis lágrimas.
-Continúe, por favor, bueno, si usted quiere claro, son temas muy delicados, continúe si quiere.
Le sonrío con un gran dolor y con pocas ganas consigo continuar dolido:
         -Sí, continúo, haber, creo que no ha sido con la intención pero verdaderamente me ha ofendido, con lo cual que yo he atacado. Verás, he sentido que ofendían a mi padre y es lo más sagrado que tengo, le quiero con toda mi alma y ahora está muerto, es que, todavía no lo he superado, solo han pasado unas semanas, nadie lo sabe, así que no fue con la intención, pero he sentido que tenía que defender a mi padre, de verás, lo siento, la rabia y el dolor me han podido y estoy muy arrepentido, lo siento, lo siento mucho.
         Me ofrece otros cuantos pañuelos para eliminar tantas lágrimas como decoran mi cara haciéndole parecer un cementerio con varios muertos  alrededor de mi nariz (metáfora, valiosa y significante metáfora).
         -Te entiendo, de verdad, siento mucho la desgracia que le ha pasado a tu padre, es normal que le ofenda y que le impulse si usted todavía no  ha conseguido sacar de tu mente a tu padre, que en paz descanse.
         Me ofendo de nuevo por las inconscientes palabras que acaba de soltar de su boca el señor director que acaba de perder totalmente su cortesía.
         -¡No! ¡Por supuesto que no! No quiero sacarle de mi mente, quiero conservar todos los recuerdos a su lado, conservarlos hasta mi muerte y algún día poder disfrutar pensando en él. No quiero olvidar todos los momentos con él aunque eso signifique llorar. Nunca le olvidaré. Le aré siempre un hueco en mi mente. Puede que ya no esté en mis ojos, pero puede estar perfectamente en mi mente y, por supuesto, también en mi corazón, él es lo más valioso de me vida.
         Le hago callar. ¿Cómo puede decir eso? No sabe nada de la vida, después sonríe y yo, satisfactoriamente le devuelvo la sonrisa, si señor, soy el mejor, he hecho callar al director. Vale, a creído no me gana ni dios.
         -Muy bien, si usted quiere. Bueno, volvamos al tema importante…
         -¡¿Estás diciendo que mi padre no es importante?! Adiós.
         Me levanto.
         -No, espere, le quiero decir algo.
         Me detengo y me vuelvo a sentar. Esperaba disculpas, que tonto, estoy ganando la batalla, pero, merezco unas disculpas, bueno, me quedaré para ver que cuatro tonterías más dice, burro, espero que diga algo que tenga sentido porque sino se va a enterar de quien manda aquí, yo, claro, repito:  que ha creído no me gana nadie.
         -Haber, no creo que por querer y por recordar a un ser querido deba imponerle un castigo. Claro que no. Así que se puede ir, es usted muy buena gente, sabe hablar que es lo más importante y, si me permite, no creo que sirva de mucho pero le quiero dar un consejo: a tu padre no le gusta verte llorar así que la vida continúa, intenta seguir con ella, de vez en cuando llora, que no es malo, pero poco a poco cambia esas lágrimas por sonrisas. ¡Disfruta con tus amigos y familia! Y ahora si no le importa tengo que realizar unas llamadas, vuelva a clase.
         Definitivamente: ha vuelto a ser cortés. Dios mío que señor tan majo.
         Me despido y me voy de su maravilloso despacho que era horroroso hasta oír lo último que me dijo. Que educado. Me encanta. Solo hay un problema, bueno varios, pero el más importante: su consejo no va a servirme de nada, absolutamente de nada, no hay nada, de momento, por lo que debería disfrutar. Y lo de que disfrute con mis amigos ¿Con qué amigos? ¡No los veo! ¡TOC, TOC! Buscando… buscando… ERROR, no tiene amigos. Bueno, intentaré no llorar y no volver a hacerme daño a mi mismo, en todos los sentidos.
Papá, si me oyes, quiero decirte algo: te quiero.
         Vuelvo a las clases HORROR TOTAL.

No hay comentarios:

Publicar un comentario