martes, 26 de marzo de 2013

CAPÍTULO ONCEAVO, Los recuerdos de Samuel:


XI: final del libro de Edgar, me encanta.

         Me encierro en mi habitación y abro de nuevo el cuento de Edgar, con mucho entusiasmo leo alegremente:

         Samuel decidió no escuchar más de la conversación, se imaginaba la respuesta, estaba claro, iba a acabar en un orfanato, y con suerte, en una casa, pero es difícil que alguien adopte a un niño feo, ya no le quedaba nada, no sabía que hacer, por unos momentos se le ocurrió la idea de suicidarse con Julia, pero, según afirmaba, Julia no quería suicidarse.

-¡HA DESPERTARSE! ¡VENGA! –dijo de malas maneras Cintia.
-¿Y si no quiero?
En ese momento, Manuel, el padre, entro por la puerta haciéndole señales a Samuel para que le hiciera caso:
-Venga, también he preparado un desayuno para Julia.
En ese momento, el pequeño, cogió a Julia de la mano dándose cuenta de que su padre la veía, aunque no la viese, Manuel era astuto, y sabía muy bien como hacer feliz a su hijo, y la verdad, era muy sencillo.
Al llegar a la cocina, Samuel se sentó en su típico lugar de comer e hizo como que apartaba una silla para que se sentara su única y mejor amiga.
-Julia, creo que a mi padre le caes bien, te ha preparado un desayuno, ¿no piensas comer nada? Como sigas así, te vas a morir.
Manuel miró tristemente a Samuel, le preocupaba su imaginación, al fin y al cabo, ya tenía 14 años, pero, por una parte le entendía, sin ningún amigo, lo mejor que puedes hacer es inventarte uno. También le miro triste porque al hacerle esa pregunta Cintia, Manuel no pudo responder, tenía más vida con Cintia, y no es lo mismo un hijo que una mujer, Cintia y el nunca se separaban, ella le había dado una semana para responder, y él no sabe que va a decir. Pobre Samuel, casi nadie le quiere, para él, solo le quiere su valiosa amiga Julia.
Después de desayunar, Samuel, no sabía que hacer, típico en las mañanas de Sábados, la mayoría de los niños ven la tele o chatean por redes sociales, pero el no tenía amigos, no merecía la pena crearse una red social.
-¡Papá! No se que hacer.
-Vete a tu habitación, tengo una idea.
Como le había dicho su padre, fue a su habitación y esperó.
Manuel asomó por la puerta y le hizo un gesto para que se tumbara en la cama.
-Cierra los ojos.
-¿Y ahora que?
-Silencio, no digas nada, no abras los ojos, crea tu mundo, mete a las personas que quieras en el, y imagina todo lo que se te antoje.
En ese momento Samuel tuvo un mundo en el que solo estaban él y Julia. Se imaginó que volaban, veían las casas muy pequeñas, y Julia hablaba. Tenía una melena rubia y unos preciosos ojos azules, era la mujer más guapa del mundo para él.
-¿Hacia dónde volamos?-preguntó Julia alegremente.
Samuel abrió los ojos, se levantó de la cama y se fue de la habitación.
-¿Qué te pasa?-preguntó su padre.
-No me gusta este juego.
Manuel extrañado porque le debería encantar, pues lo había inventado para eso, le preguntó:
-¿Y eso?
-Es que, papá, odio los sueños, odio esto, es muy parecido, vamos a ver, para que quiero imaginar todo eso, cuando abra los ojos voy a estar en este asco de vida, prefiero no hacerme ilusiones, en el sueño te despiertas y en este juego tuyo, peor todavía, abres los ojos. Solo con abrir los ojos se acaba todo lo bueno.
-Pues no los abras, no los abras.
-¿Y que voy a estar toda la vida en un profundo sueño?
-Digo, no los abras en la vida, ósea, mira lo bueno, no lo malo.
-¡Ah! Es verdad, pero hay un problema, no hay nada bueno.
Después de decir esto, Samuel se fue a llorar al salón donde se encontraba su madre, al verla, le miró con asco y se fue de casa, se quedó llorando en pijama en las escaleras, le daba igual que alguien le viera, ya lo tenía todo perdido. En el fondo, él, sabía perfectamente que Julia no existía, pero al no tener a nadie, y después de verla en su imaginación, había pasado de ser invisible a ser una preciosa rubia de ojos azules, la típica guapa.
Manuel dejó que Samuel pensara en los hechos porque no sabía que decirle.

-Cariño ¿podemos hablar?-preguntó el padre de la familia a su mujer.
-Si, claro, claro.
-Es sobre Samuel, ya me lo he pensado.
-¿Y bien que has decidido?
-Pues, haber, cariño, te quiero, mucho, mucho, mucho, pero no eres el tipo de mujer que parecías ser, me has hecho elegir, pues me voy por Samuel, esta es nuestro último día aquí.
Cintia le miró con rabia y con decepción y se fue a un supermercado donde compró alcohol para olvidar que su marido le había dejado.

En casa, todos se pusieron a dormir. Cintia llegó con: Absenta, Everclear, Vodka Devil’s Spring, Ron Stroh y algunas bebidas muy fuertes. Se bebió una botella de absenta, otra de Everclear y se le fue un poco la conciencia, no sabía lo que hacía.

Samuel se despertó mordiendo una manzana con una cuerda por encima impidiéndole hablar. Miró hacia los lados y a su lado izquierdo vio a su madre con un cuchillo.
Su padre entró por la puerta gritando:
         -¡¿Qué estás haciendo?!
Cintia no se lo pensó dos veces y hundió su cuchillo en el pecho de su marido. Después, al ver que ya nadie le podía oír, le quito la manzana y la cuerda de la boca a Samuel.
-Estás borracha, por favor, ¡HAS MATADO A MI PADRE!
Samuel se desesperó y empezó a imaginarse viendo como Julia le intentaba salvar pero no podía porqué abría los ojos y ya no estaba.
-¿Me vas a matar?-preguntó con lágrimas en los ojos.
-No. Te voy a abandonar.
Cintia le desató y le dijo:
-Nunca te he querido, que sepas que es lo último que voy a decirte, es lo último que voy a decir: Te odio.
Cintia se clavó el cuchillo en la garganta acompañado por grito de Samuel.

‘Después de unos meses’
-Estos son tus nuevos papás-dijo el director del orfanato a Samuel.
-Hola
-Hola, ¿quieres que vallamos ya a casa?
Él asintió y fue en el coche de sus nuevos padres.
Cuando llegaron, le enseñaron todas las partes de la casa incluida su habitación.
-¿Me podéis dejar solo en mi habitación?
-Si, por supuesto, y recuerda, este es tu nuevo hogar, como si hubieras vivido aquí desde toda la vida-dijo su nueva madre sonriendo.
Cuando se fueron de su nueva habitación disfrutó hablando con Julia explicándole:
-Julia, estoy triste, creo que lo mejor es morirme, si, no insistas, tu no existes, si me muero quizás, pero bueno, no pensemos que no existas ahora, te quiero, vivo soy infeliz, muerto, estaré con mi padre, y estaré contigo, que digo, estaré con todos, y estaré feliz, eso es lo que importa, ¿lo entiendes?
Samuel escribió una carta para sus nuevos y últimos padres.
Después agarró a Julia de la mano y fueron juntos hacia el borde de la ventana, Samuel miró abajo y tragó saliva.
-Te quiero-le dijo a Julia.
<<Yo también-pensó Samuel que le decía Julia>>
-Una, dos y tres.
Samuel se dejó caer, cerró los ojos, le apretó la mano a Julia y se tiró con un grito. Antes de caer, le pareció que tardó minutos en caer, quería acabar ya, caer al suelo, morirse ya.

Abrió los ojos y lo primero que vio fue a una chica guapa, con preciosos cabellos rubios y ojos azules.
´-Hola, todo ha ido bien-dijo ella con una sonrisa.
Cuando se levantó de la cama de oro vio a dos pájaros gigantes, uno azul y otro verde.
-El tuyo es el verde.
Se subió al verde, Julia al otro y le dijo:
-¿Hacia donde volamos?
Tanto tiempo había él estado esperando eso, estar con Julia, que existiera, estar volando, todo lo que quería, y lo único que podía hacer era sonreír, Julia, verdaderamente existía. Los pájaros se tiraron y Samuel sintió que podía volar, Julia le volvió a preguntar:
-¿Hacia done volamos?
Y lo último que se de esta pequeña historia es que Samuel recuperó la sonrisa.



Queridos mamá y papá (nuevos):
Se que me habéis tratado genial y os lo agradezco, pero mi madre me dijo te odio antes de suicidarse, y no lo puedo olvidar, necesito morirme, ya no hago nada vivo, estoy triste todos los días, ya no se me apetece hacer nada, tengo visiones de cómo sería si me muriera, cierro los ojos y veo como mi madre me dice que no me odia, gracias por todo, se que os he costado dinero, tenéis esta prueba de que quiero que os cojáis todo mi dinero que tengo guardado en el banco, no os preocupéis por mi, estaré bien, solo quiero ser feliz.
Os quiere,
Vuestro hijo.

        



         Samuel se miró al espejo y vio que era guapo, sin gafas, sin aparato, era guapo, muy guapo, a su lado la mujer más bella del mundo, su mujer, Julia, con la que había compartido toda su vida, y al otro lado, su padre tan sonriente como siempre, por fin todos juntos, solo faltaba su bella madre, que no la había vuelto a ver, había comenzado una nueva vida en su imaginación. Cintia apareció por la puerta y le dijo:
         -Te quiero.

Y Samuel le sonrió, dejando atrás todo lo malo.


         Una lágrima brotó del Samuel de verdad, yo, no el del  cuento de Edgar. Muy bonito. Me encantó, lo llevaré siempre en el corazón y, claramente, me he enamorado de Julia, la mejor novia imaginaria de todos los tiempos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario